Noté la presencia de las lunas dando vueltas alrededor de mi desastre, no las había visto porque tapaban mis ojos. Desperté: tengo más lunas que Júpiter, lo cual asombra al notar la insignificancia de mi tamaño en comparación con aquella bola gigante de gas, y comparación suficiente para entender que me dominan, me marean, me desmayan, me acorralan y hasta me aplastan, se meten dentro de mí como los bichos de La Momia y juegan a subirme las mareas por todos lados.
Eclipse:
(permanente)
Una de ellas invadió mi cavidad torácica y por la incomodidad que representa el limitado espacio de mi envase, se quedó inmóvil y decidió hacinarse con mis células y glóbulos, para más colmo, tapó mi corazón y no me dejó ver más nunca la luz que irradia.
Al menos, esa es mi excusa,
pues ni siquiera sé si existe ya esa luz,
si la corona me indica la presencia de un sol,
o es sólo un anillo de brillo artificial,
prócer de la total ausencia de vida.
Investigo:
Consecuencia quizás del sangramiento que provocó la ignorancia,
enlace quizás de la pereza conexa en mis fibras,
brutalidad, de repente, de un cerebro dormido,
arruga de la gana que me dio la vida antes de mojarse.
Las quemaduras pueden arrancarte la sensibilidad de la piel
COMPLETAMENTE (susto)
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